El dolor fue tan inmediato y detestable que Lisbeth se detuvo en seco, incapaz de moverse. Quería coger el cartel de hojalata y usar el afilado borde para cortar en dos la cabeza de Erika Berger. Sin embargo no hizo nada. Los pensamientos se arremolinaban en su mente. "Análisis de consecuencias". Al final, se tranquilizó.
"Salander, eres una idiota deplorable", se dijo en voz alta.
Dio la vuelta y se fue a casa, a su recién limpiado apartamento. Cuando pasaba por Zinkensdamm se puso a nevar. Tiró a Elvis en un contenedor de basura.
Los hombres que no amaban a las mujeres, Stieg Larsson

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