miércoles, 15 de abril de 2009

Los hombres que no amaban a las mujeres 1

El viernes, una semana después de la segunda violación, Lisbeth Salander fue andando desde su casa hasta un estudio de tatuajes, en Hornstull, donde tenía hora reservada. No había más clientes en el local. El dueño la saludó con la cabeza al reconocerla.

Eligió un tatuaje pequeño y sencillo en forma de brazalete y le pidió que se lo hiciera en el tobillo.

Le señaló el sitio con el dedo

--Ahí la piel es muy fina. Duele mucho --advirtió el tatuador.

--No importa --respondió Lisbeth Salander, quitándose los pantalones y tendiéndole la pierna.

--De acuerdo, un brazalete. Ya tienes muchos tatuajes. ¿Estás segura de querer otro?

--Es para no olvidar-- contestó.


Los hombres que no amaban a las mujeres, Sieg LARSSON

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