miércoles, 15 de abril de 2009

Los hombres que no amaban a las mujeres 1

El viernes, una semana después de la segunda violación, Lisbeth Salander fue andando desde su casa hasta un estudio de tatuajes, en Hornstull, donde tenía hora reservada. No había más clientes en el local. El dueño la saludó con la cabeza al reconocerla.

Eligió un tatuaje pequeño y sencillo en forma de brazalete y le pidió que se lo hiciera en el tobillo.

Le señaló el sitio con el dedo

--Ahí la piel es muy fina. Duele mucho --advirtió el tatuador.

--No importa --respondió Lisbeth Salander, quitándose los pantalones y tendiéndole la pierna.

--De acuerdo, un brazalete. Ya tienes muchos tatuajes. ¿Estás segura de querer otro?

--Es para no olvidar-- contestó.


Los hombres que no amaban a las mujeres, Sieg LARSSON

jueves, 2 de abril de 2009

fragmento de otra carta

Quisiera hablar de ti a todas horas
en un congreso de sordos,
enseñar tu retrato a todos los ciegos que encuentre.
Quiero darte a nadie
para que vuelvas a mí sin haberte ido.
En los parques, en que hay pájaros y un sol en hojas por el suelo,
donde se quiere dulcemente a las solteronas que miran a los niños,
te deseo, te sueño.
¡Qué nostalgia de ti cuando no estás ausente!
(Te invito a comer uvas esta tardeo a tomar café, si llueve,
y a estar juntos siempre, siempre, hasta la noche.)

Otra carta, fragmento. Jaime Sabines