jueves, 12 de marzo de 2009

los ojos cerrados

Bajamos con una pareja de amigos que nos iban a llevar en coche. Me fui detrás de ellos, pero Drog me agarró el brazo y me dijo:

--Espera, ahora vuelven.

Luego me tomó la cara entre las manos. Tenía los ojos opacos y bizqueaba un poco por la borrachera. La voz, empañada de alcohol, se le había puesto solemne.

--Atiende --me dijo--, atiende bien. No sé qué pasará dentro de un rato, no sé qué pasará mañana, pero ahora, en este preciso instante, te quiero.

Ésta vez fui yo la que dio un bote.

No tuve tiempo de reaccionar. Nuestros amigos ya volvían. Durante el camino de vuelta, mientras iban hacia mi casa, Drog les mandó parar. En el primer semáforo se bajó del coche, cogió un taxi y se marchó a dormir a otro sitio.

Estuve una semana sin verlo.

EL INFIERNO PROMETIDO, Marianne Costa

No hay comentarios:

Publicar un comentario