El microbús se estacionó frente al edificio de la Unidad de Atención a Organizaciones Sociales. Dentro de la unidad de transporte público, el hombre violó y asesinó a la joven de 17 años; después, abandonó el cuerpo de la chica sobre la banqueta de la calle General Prim.
Nadie vio al criminal cuando cometió el que fue su tercer feminicidio. Los únicos testigos de su crimen y huída fueron las cámaras que se encuentran en la zona. Silentes, su ojo apuntó hacia cada uno de los movimientos del hombre que con desprecio, como si fuera basura, tiró el cuerpo de la mujer a la que violó, atacó por la espalda y asfixió hasta la muerte.
Tras abandonar el cadáver, el criminal abordó de nuevo su microbús, enfiló hacia Bucareli y avenida Chapultepec. Esa noche volvió a cargar pasaje en dos ocasiones más.
El Procurador entonces aseguró categóricamente que el primer paso de la investigación sería indagar sobre las imágenes de las cámaras ubicadas en la zona.
Lo que el funcionario no imaginó es que todos los videos que existían sobre este asesinato y la ruta de escape del criminal fueron destruidos por las autoridades de la Secretaría de Seguridad, al no haber sido requeridos por el Ministerio Público como parte de la investigación.
Así lo informó la dependencia en un documento que entregó a través de una solicitud de transparencia. “Conforme a las medidas técnicas y normas jurídicas, los videos de los Centros de Control se depuran de manera automática a los siete días de haberse generado y toda vez que antes de la fecha de su destrucción no se recibió petición para conservarlo debidamente fundada y motivada por parte de la autoridad competente: Ministerio Público o Juez Local o Federal, o bien Juez Cívico”, señaló la dependencia en el documento folio 0109000041612.
El único video que existe de la noche del 27 de octubre de 2011, en que el criminal asesinó a su tercera víctima, fue grabado por las cámaras de seguridad de Unidad de Atención a Organizaciones Sociales, el cual fue aportado de inmediato por la instancia federal a la investigación que realizaron las autoridades locales.
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La funcionaria se presenta con un legajo de documentos. Un expediente grueso, de fojas tamaño oficio, envuelto por una carpeta beige con el logo de la institución.
Es la agente especial de investigar los feminicidios en la ciudad, a su lado, un alto mando observa y acaso interviene en la entrevista.
Las preguntas son variaciones de una misma inquietud: los reporteros indagan si fueron o no solicitados por la autoridad los videos de la noche en que el criminal asesinó a la joven en las calles del centro de la ciudad.
“No lo sé. Creo que sí. Tendría que preguntarlo”.
En 45 minutos, la mujer reconoce que la autoridad local desconocía si dichos videos fueron requeridos para la investigación, y si, efectivamente, forman parte de la averiguación previa.
“Yo creo que sí se han de haber solicitado, no tengo la seguridad. Tengo la idea que sí se mandó el oficio”.
La víctima fue arrojada a las 2 de la mañana. Decenas de cámaras del moderno sistema de vigilancia de la ciudad siguieron el paso del vehículo donde el criminal asesinó a la joven. Sobre esos videos tampoco hay la certidumbre de que hayan sido solicitados o revisados.
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-Ustedes no entienden, las cámaras en la noche sólo graban unas lucecitas. No se alcanza a ver nada.
-¿Usted vio los videos de esa noche? ¿Así se veían, sólo “lucecitas”?
-No, yo no los vi.
-¿Revisaron los videos del perímetro de la zona a esa hora? ¿Detectaron el microbús? Eran las dos de la mañana, ¿cuántos vehículos detectaron en la zona a esa hora? Es una calle poco transitada.
-Las cámaras de seguridad pública no son para ver un incidente o un delito. Las cámaras de seguridad pública son para ver la circulación de los vehículos, para las marchas, para detectar tráfico.
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La mujer pierde la paciencia. Se incomoda. Se remueve en el asiento. Trata de convencer. No lo consigue.
El alto mando interviene. No ayuda.
Un tercer hombre entra a la sala rectangular, se sienta y de un fólder blanco saca un documento. Es el oficio que prueba que los videos fueron solicitados para la investigación.
“¿Por qué la secretaría dice que ustedes no los pidieron?”
“No sé, tendrías que preguntarles a ellos.”
Economiza las palabras, responde con monosílabos o frases cortas. Enfatiza. Gesticula. Evade. Interrumpe. Corrige. Al final sólo alza la voz lo suficiente para hacer saber que la entrevista concluyó.
“Ustedes venían por este documento. Ya lo vieron. No pueden llevárselo”.
Con displicencia permite que los reporteros tomen un par de notas del documento que casi inmediatamente guarda de nuevo.
“¿Usted vio los videos? ¿Qué tenían?”.
Las preguntas parecen quedarse suspendidas al centro de la mesa mientras el funcionario da la espalda y se va.
Pero se vuelve, con una sonrisa punzante.
“Los videos no aportaron mucho. Las cámaras no servían esa noche”, confiesa.

